El aprendizaje se puede
definir como un proceso por el cual una persona adquiere y modifica
habilidades, conocimientos y actitudes.
Aunque no siempre es un
proceso consiente e intencional, todo el tiempo estamos aprendiendo. Aprender
es un factor vital y necesario para la vida. Es un proceso permanente y
continuo, pero -por sobre todas las cosas- es un talento natural (admitiendo
"talento" como "capacidad" o "aptitud"). De
hecho, no podemos no aprender. Piense por unos momentos en un niño pequeño. Más
allá de sus dificultades de dicción, al hablar puede armar una frase
gramaticalmente correcta sin que le hayan enseñado gramática ni sintaxis.
Sin embargo, aunque el
aprendizaje es un talento natural, tenemos preferencias sobre qué queremos
aprender y cómo.
Elija un punto de partida
Cuando las personas aprenden
algo nuevo, pueden clasificarse en tres categorías:
Las que prefieren oír
primero los conceptos; es decir, la teoría o filosofía en la que se apoya el
material;
Otras prefieren oír la
estructura, el cómo encajan las piezas o cómo funcionan las cosas; y
El tercer grupo, prefiere
saber el para qué sirve; es decir la utilidad, el uso y el valor práctico de lo
que se aprende.
Cada persona tiene una
preferencia particular en cuanto a su punto de partida y la secuencia que
seguirá para aprender. Por lo que nos podemos encontrar con una persona que
prefiera comenzar analizando primero los conceptos teóricos, segundo la
estructura y por último la utilidad, y/o viceversa.
Dentro de un grupo de
formación nos encontraremos posiblemente con las tres categorías, y -por otro
lado- nosotros como formadores también tenemos nuestra preferencia particular.
¿Cuál es la suya?
Para lograr descubrir las
preferencias de los participantes y así llegar a la mayoría, podemos comenzar
practicando "el juego de las tres cartas".
La primera carta contiene la
teoría de lo que se aprenderá, los conceptos la historia, los por qué. La
segunda carta habla de la estructura y el cómo. Mientras que la tercera explica
para qué sirve y la utilidad. Ahora, permita a los participantes que ordenen
las tres cartas según su preferencia. Ese orden le dará una idea de cómo
prefiere aprender esa persona.
Lo cierto es que no todos
ordenarán las cartas de la misma manera, aunque haya coincidencias. Es por eso
que durante la formación se deberá combinar las diferentes preferencias para
que todos puedan aprender. En ocasiones, empezaremos por la utilidad; en otras,
por la teoría o la estructura. Esto hará que el aprendizaje sea ameno, fácil y
variado.
Sistemas de representación
Imagínese que va a comprar
frutas. ¿Cómo logra darse cuenta si la fruta está madura? Si presta atención,
notará lo siguiente: hay personas que las eligen por el color y el brillo,
otras se dan cuenta de su madurez golpeándola y escuchando el sonido, y -por
último- otras prefieren olerla o hacerle presión para saber si está madura.
Esto ilustra que las personas tienen distintas formas de absorber la
información del medio.
Es por eso que durante el
proceso de formación no todas las personas prefieren aprender de la misma
manera. Así es que hay aquéllos que prefieren hacerlo viendo imágenes que
ilustren los conceptos, películas y representaciones. Mientras otros prefieren
su canal auditivo, éstos recordarán lo que escuchan: prefieren las frases bien
armadas y las estructuras ordenadas y secuenciales. Sin embargo, otras tienen
preferencias por las sensaciones producto del movimiento, de la acción. Estas
últimas prefieren experimentar lo que aprenden e interpretar roles, lo que en
PNL se denomina personas kinestésicas.
Los formadores excelentes
utilizan en combinación los distintos sistemas representativos.
Si bien no podemos
satisfacer a todos, sí podemos hacer un esfuerzo para llegar al mayor número de
participantes, y no sólo informarlos sino, por sobre todas las cosas:
formarlos.
(*) El escrito original fue
bajado de Internet (su autor es: Diego Lo Destro). Algunos paréntesis, comillas
y frases son inserciones espontáneas del responsable de este espacio.
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